Imaginemos la siguiente situación: estás en un momento laboral estable, has puesto en práctica tu conocimiento a favor de la organización en la que te encuentras, pero estás identificando que hay habilidades que debes desarrollar para dar el siguiente paso en tu carrera y, a la vez, satisfacer las necesidades que tu empresa tendrá en el futuro.

Es momento de regresar a la escuela. No es una decisión fácil, pero sí un paso crucial para tu crecimiento profesional. Probablemente ya tienes identificados algunos programas e instituciones que te ofrecen lo que estás buscando. El problema es cómo pagarlo.

Sin embargo, hay una alternativa que probablemente no te has planteado: buscar que tu compañía te ayude a financiar tu capacitación. Y no, no es una idea para nada descabellada. De hecho, un estudio realizado por Deloitte en 2018 entre trabajadores millennials encontró que el 73% de las personas que planean quedarse con sus empleadores por lo menos durante cinco años o más dijeron que sus organizaciones ofrecían sólidas opciones de capacitación y educación.

Y es que el sector empresarial no es ajeno a las ventajas que representa financiar la educación de sus colaboradores. De acuerdo con la International Foundation of Employee Benefit Plans, el 92% de los empleadores de Estados Unidos ofrecían algún beneficio educativo a sus trabajadores en 2019.

Y esto lo hacen no solo por solidaridad, sino porque es un gana y gana para ambas partes. Está comprobado que las principales ganancias de tener un programa de beneficios educativos para empleados son:

  • Incremento de la lealtad de los colaboradores.
  • Disminución de la rotación.
  • Incremento de la productividad.
  • Desarrollo de habilidades necesarias para el crecimiento de la organización.
  • Mejor performance en las posiciones de liderazgo.

Y esto no nos lo estamos inventando nosotros. Gary Becker, ganador del premio Nobel por su Teoría del Capital Humano, fue el primero en decirlo: “El auge de la educación de masas, en lugar de provocar una fuerte disminución de los rendimientos, como implica la hipótesis de la escasez, respalda los efectos de la productividad de las inversiones en capital humano y un progreso tecnológico sesgado hacia la calificación, que exigió niveles crecientes de mano de obra calificada”.

Ahora sí, entremos en materia. Te guiaremos paso a paso para que tomes la iniciativa de proponerle a tu jefe o al manager de HR que financie tu educación. Recuerda: la clave está en que expongas que tú no eres el único beneficiario.

7 recomendaciones para pedir que inviertan en tu capacitación

  1. Investiga. Muchas organizaciones ya tienen programas educativos y beneficios. Probablemente tu compañía también y aún no lo sabes. En algunas ocasiones, esos programas tienen algunas condiciones, como llevar un tiempo estipulado trabajando para la compañía, tener un nivel de performance determinado o firmar un contrato de permanencia, entre otros. Averigua con el área de Recursos Humanos si existen estos beneficios y si cumples con los requisitos.
  2. Prepárate. Antes de tener la conversación con tu jefe o con el manager encargado de darte la aprobación, es importante que tengas mapeados el diploma o certificación que buscas obtener, la escuela y el programa que te gustan y el costo.
  3. Argumenta. Haz una lista -literalmente, lleva la lista impresa a la reunión- con los beneficios que podría obtener tu compañía si tú adquieres las habilidades que te ofrece el programa. Por ejemplo, si te vas a preparar en temas relacionados con transformación digital, cuéntale a tu empleador de qué forma podrías liderar nuevos procesos de automatización. Intenta ser lo más explícito y detallado posible.
  4. Contra-argumenta. Imagina todos los problemas u objeciones que tendría tu jefe frente a tu propuesta. Por ejemplo, ¿cómo vas a manejar tu tiempo si tienes un trabajo de tiempo completo y estás haciendo una maestría? Y prepara las respuestas. En este caso, es importante que tengas en cuenta programas que no interfieran con tus horarios de trabajo. Afortunadamente, hoy en día, y gracias a la tecnología, muchas instituciones ofrecen programas nocturnos o de fin de semana de forma online.
  5. Acierta. Tú más que nadie debes conocer el estado financiero de tu organización antes de hacer una propuesta como esta. Por lo tanto, necesitas ser considerado y escoger un programa que se adapte a lo que tu empresa puede pagar. No te extralimites.
  6. Comprométete. Uno de los principales miedos que va a tener tu empleador es que una vez termines tu programa de estudios, renuncies, y que la inversión que hicieron en ti se pierda para siempre. ¿Cómo saben que no te vas a ir tan pronto recibas tu diploma? Prepara tus argumentos y tu plan de carrera para convencerlos de que esto no va a pasar. De hecho, es probable que te pidan firmar un contrato de permanencia. Revísalo muy bien antes de firmar.
  7. Negocia. Puede ser que te digan que no, claro. Pero no te des por vencido (te recomendamos nuestra guía infalible de negociación). La guerra no se ha perdido. Este es el momento de que empieces a mostrar alternativas. Por ejemplo, una que funciona muy bien -si está dentro de tus posibilidades- es sugerirles pagar un fragmento del valor del programa en caso de que el problema sea el costo. Otra opción es empezar pequeño. Entonces, en lugar de cursar toda una maestría, propón hacer un curso corto, con el compromiso de demostrarles todo lo que puedes aplicar a la compañía y de esa forma analizar más adelante si están de acuerdo con financiar tu posgrado.

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