Imagina que comienzas a servir agua en un vaso. Luego, piensa que el vaso se llena, pero no dejas de servir el líquido. Imagina ahora cómo el agua rebosa y comienza a desperdiciarse. Para la coach de liderazgo Donna McGeorge, esto es exactamente lo que pasa con el cerebro de quien constantemente está tratando de ser lo más productivo que pueda al hacer la mayor cantidad de cosas con su tiempo. Pero, contrario a lo que podríamos pensar, estar ocupado no es lo mismo que ser productivo.

Justamente, este es uno de los mayores mitos sobre la productividad que rondan a los trabajadores. A esto se le suma la idea de que el trabajo duro y el esfuerzo tienen necesariamente una buena recompensa, que madrugar es clave para ser productivo o que es necesario ser felices en nuestros trabajos para ser productivos.

“Vivimos en una cultura que valora la productividad por encima de todo. (...) Y si bien esto puede parecer un mal necesario en el mundo corporativo, la verdad es que hacerlo hace más daño que bien”, sostiene McGeorge.

No en vano, varias investigaciones han demostrado que la sensación de burnout ha aumentado entre los trabajadores, sobre todo después de la pandemia.

Para el doctor Elliot D. Cohen, presidente del Instituto de Consulta y Terapia basada en lógica, esta compulsión por la hiperproductividad se basa en la falsa creencia de que el valor y la dignidad de las personas están vinculadas a lo que hacen.

Por esto, McGeorge no duda en afirmar que “necesitamos cambiar el enfoque de qué tanto podemos hacer, a qué tan bien podemos hacerlo”. Para Cohen, el cambio comienza por abandonar la falsa premisa de producir para ganar valor, pues cada humano es un fin en sí mismo.

Pero como quitar los prejuicios no es una tarea fácil, vamos a repasar algunos de los mitos sobre la productividad más comunes y explicar por qué, aunque parezcan ideas sensatas, el mundo es mucho más complejo.

Estar ocupado es ser productivo

En general, cualquiera estaría de acuerdo con que estar ocupado no hace a alguien  más productivo necesariamente. Sin embargo, si un jefe se acerca a nuestro puesto de trabajo mientras navegamos por internet en la oficina sin mayor propósito, salimos de la página web para hacer parecer que estamos haciendo algo.

Esto ocurre porque, por defecto, aceptamos que estar ocupados es la única forma de mostrar ser productivos y quienes tienen muchas tareas y responsabilidades son el modelo a seguir. Pero la ciencia no respalda esta creencia.

De acuerdo con el neurocientífico y cómico Dean Burnett, la evidencia ha mostrado desde hace años que el ‘multitasking’, al contrario de lo que se piensa, erosiona la productividad.

Esto ocurre porque nuestro cerebro tiene una capacidad limitada tanto de atención como de memoria de trabajo. Justamente, las habilidades que nos permiten concentrarnos y pensar en algo. Como habrás deducido, estas son habilidades esenciales a la hora de hacer una tarea y trabajar, o sea, ser productivo.

Por eso, sobrecargar a tu cerebro con atención a mil cosas va a reducir la capacidad que tienes, incluso, de hacer las tareas más sencillas eficientemente. De hecho,  si de alguna manera alguien consigue ser ‘multitarea’, lo más probable es que el trabajo extra de corregir una tarea mal hecha o incompleta recaerá en otras personas, por lo cual esta creencia es mala por partida doble.

“Gracias a cómo funcionan nuestros cerebros, muchas veces la productividad tiene que ver más con la calidad que con la cantidad. Cualquiera insistiendo en tratar de hacer lo más posible al mismo tiempo solo se está disparando en el pie”, sentencia Burnett.

El trabajo duro siempre da resultados

Nuestros cerebros están diseñados para evaluar el esfuerzo y la recompensa de nuestras actividades. En el mundo laboral, esto se traduce en la idea de que si trabajas incansablemente en algo, siempre va a tener una recompensa. Sin embargo, nadie ha demostrado que trabajar arduamente siempre tenga y deba dar un resultado. La vida es dura y puede ser injusta, y la ciencia lo ha demostrado.

Millones de personas trabajan  arduamente para lograr metas similares, pero no todos logran cumplir sus objetivos. Aunque sea doloroso y cueste creerlo, la principal razón por la que alguien alcanza sus metas es: la suerte. El problema es que “tener suerte” no es algo que se pueda practicar.

Burnett explica que la creencia de una relación entre esfuerzo y recompensa ocurre por un sesgo cognitivo conocido como la hipótesis del mundo justo, propuesta por el psicólogo social Melvin Lerner en 1965. Esta idea se resume en que las personas “necesitan creer que el mundo es un lugar justo para enfrentar su ambiente físico y social como algo ordenado y controlado”. Es decir, cuando creemos que las acciones malas tendrán castigo y las buenas recompensa, caemos en este vicio conceptual.

Sin embargo, nuestros cerebros son muy sensibles al balance entre esfuerzo y recompensa, explica Burnett, lo cual puede causar estrés y emociones negativas, pues muchos trabajadores deben poner sus esfuerzos en procesos cuyos resultados no son claros. De hecho, esta es una de las principales causas de estrés en ambientes laborales.

Madrugar es la clave del éxito

Esta creencia puede resumirse en un popular dicho: al que madruga, Dios le ayuda. El asunto es que la ciencia no ha encontrado cómo ocurre esta ayuda o cuál puede ser la utilidad de levantarse a las 4 de la mañana para trabajar.

La idea está tan arraigada, que es común ver artículos de prensa que exaltan las cualidades que tiene levantarse temprano como estrategia para ser más productivo. Después de todo, mientras más horas de actividad tengamos, se piensa, más tiempo tendremos para hacer tareas. Pero, sorpresivamente, madrugar demasiado puede hacerte menos productivos.

Después de todo, dormir es uno de los procesos biológicos más importantes del cuerpo y privarse de este descanso causará efectos negativos. En promedio, la medicina sugiere que los adultos deben dormir entre 7 y 9 horas diarias, y dormir frecuentemente menos de este tiempo, repercutirá negativamente en nuestro ánimo, concentración, memoria y tolerancia al estrés.

Entonces, no es que madrugar sea necesariamente malo, de hecho, el silencio y la tranquilidad de las primeras horas del día puede ayudar a algunas personas a trabajar mejor. Pero si madrugar significa privarte de las horas de sueño necesarias, los efectos negativos en la salud van a superar a los beneficios que pueda tener.

¿Qué es la productividad?

Para McGeorge, el mundo profesional se ha enfocado demasiado en la productividad y poco en la capacidad. Según ella, la productividad es la cantidad de trabajo que podemos hacer en cierto tiempo; mientras que la capacidad es la cantidad de energía, atención y tiempo que podemos dar.

Por eso, sostiene que “debemos cambiar nuestro enfoque de cuánto podemos hacer, hacia qué tan bien podemos hacerlo”.

De esta manera, los líderes y gerentes deberían enfocarse en algunas estrategias para aumentar la capacidad propias y las de sus trabajadores, aumentando dos aspectos necesarios para ello: tiempo y energía.

  • Parches púrpura: agendar una hora diaria contigo mismo para darte tiempo para pensar y respirar.
  • Limpiar la mente: tómate cinco minutos al comenzar el día para vaciar todo lo que tengas en tu mente y escríbelo. El consultor en productividad David Allen sostiene que “tu mente es para tener ideas, no para guardarlas”.
  • Ten impulsos cortos de trabajo: este consejo se basa en la metodología de trabajo Pomodoro. Esta técnica involucra segmentar tu trabajo en intervalos de 25 minutos, separados por descansos de 5 minutos.
  • Ten reuniones de 25 minutos (o menos): siguiendo la técnica Pomodoro, las reuniones deberían ser cortas y enfocadas. Algunos estudios han mostrado que quienes se ponen deadlines estrictos rinden mucho mejor que quienes no lo hacen.