Las fintech cambiarán el sistema bancario de América Latina (y posiblemente del resto del mundo)

¿Crees que las transacciones con dinero en efectivo podrían desaparecer? Aunque hace apenas cinco años esta pregunta parecía exagerada, lo cierto es que en pleno 2023 las transacciones digitales se han triplicado en toda América Latina y el Caribe. Tras la pandemia y con la llegada de nuevos actores tecnológicos al mundo de las finanzas, la nueva normalidad ha facilitado los pagos digitales al punto que, incluso pequeñas tiendas de barrios, tienen ahora métodos de pago en los que solamente necesitamos un smartphone conectado a internet. Si no tienes un billete, no hay problema.

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Mientras que en 2017 los pagos digitales en la región fueron de 89 mil millones de dólares, en 2021 la cifra superó los 300 mil millones, de acuerdo con el análisis ‘The Rise and Impact of Fintech in Latin America’, hecho por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Pero nada de esto ha ocurrido por azar. Detrás del boom de las transacciones digitales, las tarjetas de crédito virtuales, nuevas economías como el bitcoin e intermediarios de pago como PayPal, se encuentra la industria fintech.

Fintech es el resultado de un acrónimo de las palabras inglesas “financial” y "technology”. Por esto se les llama fintech a todas las organizaciones que prestan servicios financieros (como PayPal, Lulo Bank, Rappi Pagos, MercadoPago e incluso todo el mercado de criptomonedas) por medio o basados en la tecnología.

Y aunque Latinoamérica no se ha caracterizado por ser un hub tecnológico, la industria fintech encontró en esta región un terreno fértil para florecer y expandirse, entre otras razones, por las medidas de cuarentena que se impusieron durante la crisis mundial por Covid-19.

Pero, ¿cuál es el futuro de este sector en el continente y por qué los cambios que prometen las fintech puede alterar todo el sistema bancario del continente (y del resto del mundo)?

El ‘boom’ latinoamericano de las fintech

“Lo que llamamos las fintech y las big tech llegaron a jugar un rol relevante porque todas las grandes empresas de tecnología son también se están volviendo bancos de una forma u otra, generando ecosistemas líquidos donde, por primera vez, el cliente está finalmente en el centro”, explica Diego Tovar, cofundador del banco virtual Ubanku.

Y América Latina es el ejemplo perfecto de este fenómeno.

De acuerdo con el análisis ‘La Industria Fintech en América Latina’ hecho por Deloitte, Latinoamérica tenía 2.482 empresas fintech a finales de 2021. Esto equivale al 22.6% de todas las fintech en el mundo y representa un crecimiento del 253% de este sector en menos de cinco años.

Brasil, México, Colombia y Argentina son los países con más desarrollo en fintech y juntos suman el 74% del total de estas nuevas empresas. De acuerdo con Deloitte, además del Covid-19, estos países y el continente ha sido un terreno fértil para los fintech por tres razones:

  1. La necesidad de servicios financieros alternativos ante la falta de acceso a crédito por medios tradicionales.
  2. Las crisis financieras históricas del continente han creado un clima gubernamental y legislativo que favorece nuevas alternativas financieras.
  3. La desigualdad y la marginalización que impide que un gran sector de la población ingrese al sistema bancario.


Precisamente, el mismo estudio muestra que los sectores de las fintech que más porcentaje del mercado abarcan son los relacionados con medios de pago y transferencias, con un 27.5% del mercado, y las de préstamos, con un 21.2%.

De hecho, el sector de las fintech en LATAM es tan atractivo para el capital de inversión que, Solo en 2021, las fintech sumaron 15.300 millones de dólares en capital de inversión, según información de la Asociación para Inversiones de Capital de Riesgo en América Latina.

Nuevos bancos nuevos

¿Has escuchado sobre NuBank, Ualá o RappiPay? Estas tres aplicaciones son lo que se conoce como neobancos: empresas financieras que cumplen algunas funciones bancarias como préstamos, créditos e inversiones, pero que no tienen ninguna presencia física.

Este sector de la industria fintech ha crecido particularmente por las dificultades de bancarización de la región. En México, por ejemplo, menos de la mitad de personas entre los 18 y 70 años tienen una cuenta en un banco.

Tal vez por esto, los neobancos han tenido tan buena acogida en Brasil, Colombia, Argentina y México, países que presentan porcentajes mayores de adopción y uso de estas tecnologías, en comparación con España, Italia o Reino Unido.

“El objetivo que todos perseguimos es ampliar el abanico de opciones para los usuarios, y esas opciones buscan ser cada vez más sencillas, más fáciles, darte más herramientas más allá de lo que te pueda dar el efectivo”, le dijo a la revista Wired Ramiro Nández, el director comercial de Mercado Pago, una de las fintech de pago electrónico más grandes de Argentina y del continente.

Es tal el potencial de las fintech asociadas a los neobancos que, de acuerdo con la XI Edición del informe de Tendencias en Medios de Pago 2022, este sector tiene un 23% de ser el principal competidor de los bancos para 2030.

¿Adiós a los dólares y la centralización?

Este crecimiento en nuevas opciones financieras implica, al mismo tiempo, un remezón en la forma como los bancos tradicionales y la tecnología operan. Por ejemplo, para Manuel García Echevarría, socio director de la consultora europea en fintech Foster Swiss, el auge de los neobancos disminuirá la dependencia del mercado en los dólares estadounidenses.

Para García, la desdolarización es clave “si queremos tener la oportunidad de que nuestros usuarios de banca puedan vender y eviten las trabas y los obstáculos actuales al usar su dinero. Debemos apostar por reducir la dependencia del dólar en nuestros proyectos futuros”, argumentó en El País.

Para Diego Tovar de Ubanku, el futuro de la industria fintech estará marcado por dos retos: la descentralización de las finanzas y la educación financiera.

Al facilitar el acceso a servicios financieros que antes no se tenían, las personas pueden tomar decisiones erradas a la hora de pedir un préstamo o solicitar una tarjeta de crédito. Aunque esto es algo que el sector fintech ya tiene identificado. De acuerdo con el análisis del BID, en 2021 dos tercios de las compañías fintech ofrecieron herramientas de educación y evaluación financiera para sus clientes.

Según Tovar esta explosión de la industria Fintech es apenas una primera ola en el continente. “Creo que uno de los catalizadores fundamentales [de la segunda ola] es el fenómeno de la descentralización y todo lo que llamamos Finanzas Descentralizadas apoyadas por la Web3”, explica.

Y esto no debería ser muy sorpresivo, pues la descentralización es el nuevo fenómeno al que apuntan no solo las finanzas, sino también las redes sociales y toda la Internet.

Si aún no tienes muy claro de qué se trata esta tercera “era de Internet”, el inversionista Packy McCormick la describe como: “Ahora estamos al inicio de la era de la web3, que combina la ética descentralizada y dirigida por la comunidad de la web1, con la funcionalidad moderna y avanzada de la web2. Web3 es la internet siendo dominada por los desarrolladores y por los usuarios, organizado con tokens”.

¿Quedaste con curiosidad? Puedes leer más sobre la Web3 en este enlace.

Esta descentralización financiera ya ha comenzado (como muestran tecnologías como el Blockchain y economías como las criptomonedas o los NFT). Para Tovar, el pensamiento descentralizado aplicado a las necesidades de las finanzas tradicionales ha comenzado a crear servicios que no dependen de las instituciones, sino que cualquier creador de fintech puede satisfacer las necesidades de los usuarios.


Por eso, su invitación es a romper las reglas y observar las necesidades de cada usuario en cada región del mundo. “Lo que funciona en Europa, Estados Unidos o Asia no va a funcionar necesariamente en Latinoamérica. Es aquí donde jugadores como nosotros pueden traer mucho valor en dar a las personas jóvenes acceso para que puedan manejar sus activos y beneficiarse de ellos sin la necesidad de que el intermediario se quede con la mayoría de los beneficios”.